Monday 5 September 2011

Frantz Fanon 50 años después: Una fidelidad urgente a la humanidad

Frantz Fanon 1925 - 1961
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El 6 de diciembre de 2011 habrán pasado 50 años desde la muerte de Frantz Fanon. En todo el mundo la gente se reúne en universidades, oficinas sindicales, chabolas, prisiones, iglesias, y otros sitios donde las personas piensan en conjunto para reflexionar sobre el significado actual de un hombre extraordinario para nosotros y nuestras luchas.

Fanon nació en Martinica, en el Caribe Francés, en 1925. La isla había sido colonizada por los franceses que exterminaron a la población indígena y llevaron esclavos de África y trabajadores obligados por contrato de India para cultivar caña de azúcar. El despertar político de Fanon comenzó cuando a los 14 años, en 1939, tuvo la suerte de tener a Aimé Césaire, un gran poeta e intelectual anticolonialista, como profesor en la escuela secundaria. Al a siguiente 5.000 marineros franceses leales al régimen pro nazi de Vichy en Francia desembarcaron en la isla y los martinicanos negros, que a menudo se habían considerado franceses, tuvieron que enfrentar su repentino descenso a un ambiente de racismo agresivo, brutal y a menudo alcoholizado.

El adolescente Fanon sorprendió a sus amigos al saltar a la acción cuando vio a los marineros franceses golpeando a uno de sus compatriotas y volvió a sorprender a algunos de ellos cuando, a los 17 años, escapó de la isla para unirse a las Fuerzas Francesas Libres en su lucha contra el fascismo. Uno de los maestros de Fanon había advertido a los muchachos de su clase que una guerra entre blancos no era su lucha. Fanon lo descartó como espurio y dijo a sus amigos que “en cualquier momento y en cualquier lugar en el que la libertad esté amenazada, me comprometeré con ella”.

Pero las Fuerzas Francesas Libres no ofrecían el mismo compromiso a sus soldados negros.

Fanon obtuvo la Croix de guerre por heroísmo en la batalla pero a los soldados negros siempre se les consideraba de de segunda clase e incluso les negaron su sitio en el campo de la victoria final.

Después de la guerra Fanon estudió medicina en Francia y se especializó en psiquiatría. Publicó su primer libro: Piel negra, máscaras blancas en 1952, a los 27 años. El libro trata de la experiencia vivida al ser negro en un mundo anti-negro. Comienza en Martinica y pasa a Francia examinando el lenguaje, el deseo sexual, la presencia encarnada en el mundo, la psicología y las políticas del reconocimiento a la luz del hecho social que asume la negritud en una sociedad racista. Es un libro extraordinario, al mismo tiempo bello y ardiente, que sostiene una absoluta fidelidad a una idea de humanidad como libertad. Fanon presentó el texto a sus examinadores en la universidad. Pero los académicos frecuentemente están más comprometidos con la ridiculización organizada de la inteligencia de los jóvenes que con cualquier intento real de alentar su libre florecimiento y rechazaron la obra de plano. Sus editores se preocuparon por algunos aspectos de su estilo poético, pero cuando le preguntaron sobre un punto en particular, respondió brillantemente “no puedo explicar mejor la frase. Trato, cuando escribo cosas semejantes, de alcanzar los nervios de mi lector. Es decir irracionalmente, casi sensualmente”. Ahora la gran maryoría de los académicos serios reconoce que el racismo ha sido fundamental en la constitución del mundo moderno y que Piel negra, máscaras blancas es una de las grandes obras del mundo moderno.

En 1953 ocupó un puesto en un hospital psiquiátrico en Argelia colonial. Su colega, Alice Cherki, que se convertiría en su compañera y biógrafa, recuerda que el racismo de la Argelia blanca era “habitual; imperturbable, comprendido, y contemplado como enteramente natural”. Además el hospital se dirigía más como una prisión que como un sitio en el que se curaba a la gente. Fanon hizo que desencadenaran de inmediato a los pacientes y trató de organizar el hospital como una comunidad terapéutica. En noviembre de 1954 se inició una insurrección anticolonial y Fanon comenzó a trabajar clandestinamente con el movimiento de liberación nacional argelino, el FLN, a comienzos del año siguiente. Dos años después escribió una carta de renuncia al hospital declarando, en efecto, que la sociedad colonial era más demente que sus pacientes. Le dieron 48 horas para abandonar el país y fue al exilio a Túnez, donde publicó el periódico producido por el movimiento de liberación nacional argelino y siguió trabajando como doctor. En 1959 escribió A Dying Colonialism' [Un colonialismo agonizante], un libro que examina cómo la lucha hace que la cultura sea dinámica. El capitulo mejor conocido del libro considera el papel cambiante del velo en la lucha contra el colonialismo.

En 1960 Fanon fue nombrado embajador del FLN en Ghana y viajó a muchos países recién independizados al sur del Sahara para representar al movimiento argelino. Al final de ese año le diagnosticaron una leucemia. Inmediatamente decidió escribir un libro, su último. Ese libro, Los condenados de la tierra, lo escribió en diez semanas. Comienza con una descripción de la ciudad colonial como “un mundo dividido en dos”, sigue describiendo lo que llama las mutaciones de la consciencia que se desarrollan a medida que evolucionan las luchas contra el colonialismo, y luego examina la crisis de los Estados post coloniales en los cuales la gente que llevó al poder los nuevos regímenes es expulsada de la vida política activa, mientras los antiguos movimientos de liberación se convierten en un instrumento para contener las aspiraciones populares y organizar y legitimar las maquinaciones de una nueva elite más depredadora que redentora.

Desde el punto de vista de Fanon la promesa de las luchas por la liberación nacional no puede redimirse si la conciencia nacional no abre camino a la conciencia social. Veía una segunda lucha, una lucha para realizar lo que llamaba una perspectiva humana, como esencial. En su último libro, como en el primero, retiene una absoluta fidelidad a la libertad humana. Fue inmediatamente prohibido cuando se publicó y Fanon murió a las pocas semanas. Fue enterrado en medio de las últimas batallas de la guerra de Argelia en un bosque en las montañas que separan Túnez de Argelia.
La obra de Fanon inspiró el movimiento de conciencia negra en África del Sur, a los intelectuales prisioneros en EE.UU. y a la gente de todo el mundo que quería participar en las luchas contra el racismo y el colonialismo, así como en la resistencia contra las nuevas elites que capturaron y deformaron esas luchas para sus propios propósitos egoístas.

Seguro que Fanon no habría quediro que se le canonizara como una autoridad fuera del contexto en el que escribió y luchó. Al contrario, subrayó constantemente, desde su primer libro al último, que un pensamiento vivo tiene que ser siempre un enfrentamiento ante una situación particular.
Pero 50 años después de su muerte nuestro mundo es increíblemente similar e increíblemente diferente de aquel en el que vivió y luchó Fanon con una pasión tan incandescente. Sus observaciones de que el petróleo de Iraq ‘eliminó todas las prohibiciones y concretizó los verdaderos problemas’ y los ‘marines enviados periódicamente a restablecer el “orden” en Haití’ no son palabras extrañas de otra época. Su descripción de la degeneración de las luchas por la liberación nacional hacia un saqueo organizado se describe rutinariamente como profética por nuevos lectores en el sur de África.
Pero mientras la primavera política en el Norte de África y Medio Oriente, y las anteriores agitaciones en Latinoamérica han cuestionado ciertamente parte de la quietud global de los últimos 30 años, estamos lejos de la África en movimiento de la cual escribió Fanon. Parece que ha pasado mucho tiempo desde que personas como Fanon y Patrice Lumumba pensaron que era perfectamente razonable verse como parte de una amplia lucha por crear una nueva África. Aquí, en Sudáfrica está terminando nuestra gran generación para ser reemplazada por una mezcla de bufones implacables que presiden un Estado cada vez más violento y depredador e impasibles tecnócratas que podrían comprometerse con una revisión política pero nunca con la libertad.
La lucha continúa y 50 años después Fanon sigue llamándonos a estar presentes en la lucha en ese espacio social en el cual mujeres y hombres de a pie pueden cuestionar las cosas y asumir la fuerza y la razón de la verdadera actuación política.

Desde la muerte de Édouard Glissant en febrero de este año parece justo decir que Patrick Chamoiseau, el novelista extraordinariamente inventivo, es probablemente el intelectual martinicano contemporáneo más apreciado. En su obra más conocida,Texaco, escribe de “un proletariado sin fábricas, talleres y trabajo, y sin jefes, en el embrollo de toda clase de ocupaciones, que se ahoga en la supervivencia y lleva una existencia como si fuera un camino entre rescoldos”. Es por este camino, un camino que a menudo transcurre entre rescoldos, junto con balas, balas disparadas por el Estado, y bolsas de plástico llenas de diarrea, que la fidelidad de Fanon hacia la humanidad, hacia toda la humanidad, debe ser reafirmada por nuestra generación con la mayor urgencia.